La Aldea de San Nicolás, hasta 2005 denominada San Nicolás de Tolentino, es un municipio español perteneciente a la provincia de Las Palmas, en las islas Canarias. Está situado al oeste de la isla de Gran Canaria. La capital municipal se llama La Aldea de San Nicolás de Tolentino, aunque los lugareños la conocen popularmente como La Aldea.
Por el Acuerdo de 28 de julio de 2005 del Cabildo Insular de Gran Canaria, publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de las Palmas nº136 de 24 de octubre de 2005, se aprobó cambiar el nombre del municipio de San Nicolás de Tolentino a La Aldea de San Nicolás.
El municipio de La Aldea estuvo densamente habitado por los aborígenes, localizándose un importante asentamiento poblacional, que se extendía por la cuenca principal y a lo largo de sus barrancos. El mencionado Valle debió poseer un considerable número de individuos, puesto que se han hallado numerosos restos en Furel, Los Caserones, El Lomo de los Caserones, la Caletila, El Parador, El Roque y La Gambuecilla. Grau-Bassas hace referencia a este aspecto al señalar que "... ocupan una considerable extensión que yo calculo en dos kilómetros cuadrados a la margen derecha del barranco desde su orilla hasta el pie de la montaña de Carrizo" (GRAU BASSAS Y MAS, V.: Viajes de Exploración a diversos sitios y localidades de la Gran Canaria, 1980, p. 42.
Se cree que en torno a 1352 se estableció en este lugar una misión mallorquina en alguno de los viajes exploratorios que estos realizaron por esta zona del Atlántico Medio, que erigió en una cueva de esta playa una pequeña ermita en honor a San Nicolás de Tolentino. De ahí que con el tiempo, una vez finalizada la Conquista y formado el primer núcleo de colonos, tomara el lugar el nombre de “La Aldea de San Nicolás”.
En los últimos meses de la Conquista de Gran Canaria tuvo lugar, en este término municipal, el sangriento encuentro bélico de Ajódar (Tasartico) donde los aborígenes infligieron a las fuerzas castellanas una de las derrotas más expeditivas que sufrieron en esta isla. En ella murió gran parte de las tropas castellanas, víctimas de un estratégico plan de defensa de los canarios.
Los repartimientos de tierras y aguas, en los primeros años del siglo XVI, se muestran confusos. Durante este siglo, la economía de La Aldea se basará, fundamentalmente, en la producción azucarera. Sin embargo, se complementa este cultivo con otros productos agrícolas, como el trigo, la cebada o el millo, que se introduce en Gran Canaria desde el siglo XVII. Otro complemento a la economía de este periodo lo constituyen las explotaciones forestales de los pinares, las labores apícolas y el ganado cabrío.
A finales del siglo XVII, se produce una expansión económica y demográfica en La Aldea de San Nicolás, que, sin embargo, fue frenada por el régimen de la propiedad de la tierra, que favorecía a los grandes propietarios y frenaba la posibilidad de que los campesinos pudieran acumular tierras de su propiedad, trabajando como aparceros, jornaleros o en régimen de medianía. Durante el siglo XVIII, esta situación se agrava debido a la crisis económica y a las catástrofes naturales: sequías, epidemias, plaga de langosta, hambre..., que llevan a los campesinos a usurpar tierras del Concejo o propiedades privadas, entrando así en conflicto con los grupos sociales dominantes, concretamente con los marqueses de Villanueva del Prado, que poseían extensas propiedades en la zona en régimen de vinculación. En este contexto se suceden determinados episodios violentos en la Historia de La Aldea de San Nicolás, que se prolongan durante el siglo XIX y hasta principios del XX, momento en el que el Ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte, tuvo que desplazarse hasta el pueblo. Aunque este pleito se remontaba al siglo XVI, su estallido se produce en los siglos XVIII y XIX, cuando el sistema económico imperante en las islas se colapsa.
El espíritu colectivo surgido de estos precedentes de lucha por la propiedad han propiciado una fuerte identidad que queda reflejada, de forma simbólica, en el lema que adorna el blasón del municipio: "Todos unidos por el trabajo".
El régimen de propiedad de la tierra y el agua, la comunidad de regantes y las cooperativas agrícolas abundan en este pueblo respecto del resto de Canarias, gracias a que la introducción de técnicas modernas como la hidroponía ha permitido sortear las dificultades asociadas a los rigores del clima. El tomate, introducido desde 1898, es la principal fuente de riqueza. Junto al monocultivo del tomate se producen papayos, cítricos, mangos, etc. No debemos olvidar la presencia de la pesca y la ganadería, cuya importancia se ha reducido progresivamente, mientras que el sector servicios ha sufrido un aumento considerable.
El agua es fundamental en tierras secas como éstas. El pueblo realiza un gran esfuerzo por asegurar el regadío con la perforación de pozos y extracción masiva de aguas subterráneas, primero con aeromotores y luego con motores térmicos para acabar con la construcción de grandes embalses. |